MEMORIAS DE CHINANDEGA QUE HAY QUE RECORDAR.: "
La tierra de Agateyte, un paraíso según Vásquez de Espinoza, merecía mejor destino.
Chinandega ha venido abriéndose paso, no obstante los golpes que ha sufrido, pero la pequeña aldea de 200 ranchos pajizos que Morel de Santa Cruz describiera en 1775, pareció resurgir en el primer tercio del siglo pasado, coincidiendo con la erupción del Cosigüina en 1835, pues en ese año el gobierno estableció aquí una feria anual; en 1836 la elevó a villa; en 1839 a ciudad y en 1842 fue designada capital de Centroamérica, al intentar restablecerse la Federación Centroamericana. En 1849 Squier consideraba esta región como la de mejor porvenir de Nicaragua.
La ciudad empezó a sobresalir con la apertura del comercio europeo con América independiente y la consiguiente afluencia a sus costas de barcos de mayor calado, movidos por vapor, que de paso trajeron a muchos extranjeros que activaron el atracadero de la Isla El Icaco después Aserradores, induciendo al presidente Tomás Martínez en 1858 a declararlo puerto con el nombre de Corinto. Don Mariano Montealegre Romero, fundador de su familia en Nicaragua, donó para ello la isla y en su casa aquí se firmó el decreto.
Pero desde antes, Chinandega quedó situada en mejor posición que El Viejo, la ciudad colonial en el camino entre El Realejo y León al tiempo que decaían aquél y el viejo puerto, obligando a sus principales familias a trasladarse a Chinandega y fue notorio entonces una inmigración de centroamericanos y europeos cuyos apellidos Callejas, López, Novoa, Montealegre, Gasteozoro, Venerio, Tijerino, Valladares, Navarro, Rivas, Deshón, Seydel, etc., han llenado nuestra historia.
En el último cuarto del siglo XIX se inauguraron aquí, por primera vez en Nicaragua, el servicio de alumbrado público que funcionó hasta 1931 cuando fueron sustituidas las lámparas de kerosene por eléctricas; una desmotadora de algodón y una fábrica de hielo, cuyo producto venían a conocer de otras ciudades, hechos que tal vez tomara de allí García Márquez su fantasía en Macondo con un pasaje parecido en Cien años de soledad.
En 1875 el licenciado Perfecto Tijerino había fundado el Colegio San Atanasio, cuyos bachilleres fueron a estudiar en San Carlos de Borromeo, de Guatemala, se construyeron el mercado público que se incendió 80 años después y el hospital San Vicente. Además se fundó una academia de música. En 1895 empezó a operar el ingenio San Antonio, de Chichigalpa, con su primera zafra de 15,000 quintales de azúcar.
Así que al llegar a este siglo, Chinandega era sólo poco menos que Managua, no obstante que en 1898 un terremoto —el temblorón— la dejó en escombros, pero poco después teníamos ya dos aserríos; uno en El Viejo; otro en Chichigalpa y en el campo, tres, y también 12 ingenios de azúcar.
Antes del incendio de 1927, fruto de la guerra civil funcionaba la imprenta Mayorga y Venerio, que imprimía hasta libros, una fábrica de gaseosas y la familia Deshón Morazán producía su queso amarillo que nadie ha hecho mejor. La jalea Callejas que en Granada producen y exportan los herederos de Enrique Callejas, tuvo su origen en Chinandega.
A pesar de aquel siniestro, se hicieron algunas obras pues en 1929 se fundó la escuela de agricultura, que graduaba peritos en agricultura y ganadería, mejores que los que ahora salen de las universidades con títulos de ingenieros. A ella venían a estudiar de toda Nicaragua. Y en 1930 don Ofilio Lacayo estableció una fábrica de jabón de tocador, El Rosal, cuya unidad valía 5 cts. Hacía honor a la tradición chinandegana desde el siglo pasado de gran productora de jabón del páis (del país).
A la destrucción de la ciudad se unieron la post-guerra, la emigración de muchas familias, la concentración de todo en Managua y la crisis mundial que estalló en 1929, cooperando en su atraso la aviación puesta al servicio del transporte internacional y del comercio, que perjudicó especialmente a Corinto al alejarlo de los turistas que viajaban por mar, su decaimiento afectó naturalmente a Chinandega.
La recesión consiguiente sólo se interrumpió después de la Segunda Guerra Mundial, con agricultura mecanizada y el cultivo del algodón. Ojalá no volvamos a retroceder. LIC:RENE DAVILA. 05040011"
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