viernes, 1 de abril de 2011

LA VIDA DEL AGUERRIDO CACIQUE AGATEYTE.

LA VIDA DEL AGUERRIDO CACIQUE AGATEYTE.: "
Al otear en las páginas de la historia de nuestra Nicaragua indígena, nos encontramos con la cruda realidad de fechas de dolorosa recordación, de tratos salvajes y de sacrificios inimaginables a que fueron sometidos nuestros aborígenes, pues la acción ambiciosa, cruel y despiadada de los españoles que gobernaban las nuevas tierras conquistadas, y de los encomenderos de la época, llevó a la casi exterminación de nuestros antepasados indígenas.
Por el trato cruel de que fueron víctimas, o por su venta en los mercados negreros como esclavos, es una ignominia tan increíble, como también lo es y quizás más todavía, el haber dudado de su condición de "seres humanos", pues el concepto casi generalizado era considerarlos como "animales", algo inaudito para nuestros días.
No obstante y con criterio reservado, no puede negarse que las Leyes y Disposiciones de la Corona Española, expedidas cuando muchos males se habían consumado sin misericordia alguna, trataron de frenar las ambiciones y crueldades de funcionarios y encomenderos, pero lo cierto es que muy poco caso se le hizo.
Angustiados, sin duda alguna por esta terrible realidad, y después de haber abogado ante los Reyes Católicos a través de Fray Bartolomé de las Casas, en el año de 1547 el Obispo, que a la sazón lo era de la primera ciudad de León, Fray Antonio de Valdivieso, manda varias cartas a España protestando, pidiendo y rogando por mejorar la desgracia de nuestros indígenas, causando la rabieta del Gobernador. Poco tiempo después el Obispo es asesinado por los hermanos Contreras, quienes eran hijos del Gobernador Rodrigo de Contreras.
Los historiadores de la Colonia nos hablan que Nicarao, que reinó en Rivas, cuando los españoles llegaron a nuestras tierras fue uno de los más sabios caciques de América, pudiendo afirmarse con absoluta seguridad que tenía una inteligencia y capacidad mental extraordinaria, al extremo de confundir al capitán Gil González Dávila y sus catequistas, con sus preguntas sobre un juicio final, semejante a los relatos en los libros bíblicos.
Les habló también sobre el uso y conveniencia de la luz solar, el calor, el movimiento de los astros y las estrellas, el fenómeno de las estaciones y, lo más importantes aún, de la inmortalidad del alma, de los premios y castigos en una vida posterior, de acuerdo al comportamiento del individuo aquí en la tierra.
El cronista historiador de la Corona Española, Oviedo y Valdez, estuvo en Nicaragua alrededor de los años 1528 y 1529. Fue después de varios años de haber estado aquí que escribió la historia indígena, y quizás por esta razón haya cambiado involuntariamente las legítimas palabras "nagrandanas" de origen mejicano: HUEHUETEYTE, que significa "cacique viejo" y que proviene de: Huehue, Cacique/Teyte, viejo por Agateyte. El historiador cuando lo conoció, le calculó la edad de 72 años, y el promedio de vida de aquel entonces era de 50 años. De aquí se origina el nombre de la ciudad de El Viejo.
Nos cuenta que Agateyte era alto, enjuto, grave en el hablar y de una profunda agudeza en la versión de sus conceptos. De forma ostentosa exhibía a sus interlocutores los tatuajes arabescos que tenía en sus piernas, brazos, pecho y garganta. Vestía con majestuosa severidad y porte, usando siempre un manto de algodón blanco, ricamente tejido y bordado.
Continúa en sus apreciaciones acerca del señorial cacique y nos cuenta que era muy austero en sus costumbres, muy parco en el hablar. Que en un principio no le dirigió la palabra al escritor, ni atendió sus interrogatorios, hasta que fue informado que era capitán del Rey de España. Cuando el cacique estuvo seguro de la condición importante y gentileza de sus visitantes, gustoso se prestó a responder sus preguntas, de donde se colige que era una persona muy inteligente, penetrante, inquisidor, refinado y conceptuoso en sus expresiones y juicios.
Agateyte era frugal en el comer, y la presencia de los visitantes españoles en su casa no alteró de forma alguna sus costumbres y alimentación ordinaria, que consistía en pescado, tortillas, carnes, verduras y frutas de la época, tomando agua en una vasija pequeña ricamente adornada; no permitía que nadie se sentara en su mesa, haciéndolo de forma sosegada y muy ceremoniosa, con lo que demostraba la gravedad y finura de sus hábitos y modales.
Terminada su comida, se levantaba de la mesa y de inmediato se lavaba la cara y manos, realizando todo un ritual de aseo con sentido religioso. Luego se dirigía a la plaza, seguido de sus ministros e invitados, a dar un paseo real, muy semejante al que hacían los Reyes y Papas de la Europa medieval en sus jardines y parques, después de sus comilonas.
Nos sigue relatando el cronista español que todo un ritual ceremonioso presidía la vida del cacique, y nos explica que su cama estaba bellamente adornada con suaves esteras, y se abrigaba con mantas de algodón, y que su almohada estaba constituida por un duho, que es una especie de banquito de madera, cóncavo en el centro. Dormía con la cabeza mirando hacia el sol naciente y los pies hacia el poniente, costumbre religiosa practicada entre los místicos de Oriente Medio.

FIN DEL SEÑORIO DE AGATEYTE

Después de la muerte de Agateyte, le sucede su hijo mayor y adopta el nombre de "TESOATEGA". Once años después de la visita del cronista español Oviedo y Valdez, el señorío de Agateyte, convertido en señorío de Tezoatega, es dado en encomienda a Doña María de Peñalosa en calidad de heredera de su madre Isabel de Bobadilla, quien había sido esposa del primer Gobernador español en Nicaragua.
El documento de la transferencia a favor de la Señora de Peñalosa fue expedida por el Gobernador de Nicaragua, Don Rodrigo de Contreras, el 17 de Diciembre de 1540, ante los oficios del escribiente don Salvador de Medina.
La nueva encomendera, esposa del propio Gobernador don Rodrigo de Contreras y madre de los conjurados contra el obispo Valdivieso, tomó posesión de la encomienda en la antigua ciudad de León, a orillas del Lago de Managua, el 8 de abril de 1541, ante el alcalde ordinario Hernán Nieto y ante el oficio del escribano Martín Membreño. La entrega fue simbólica, y actuaron como símbolo la india Quat y el indio Casomati.
LIC:RENE DAVILA.
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