El pagador de promesas
Yo estudiaba y trabajaba. A los15 años me dio una fiebre que me dejó inválido, perdí la voz y casi no oía. Hasta los huesos se me estaban secando. En mi angustia de que me hablaban y apenas oía y no podía contestar, le pedí al Señor que me curara y a cambio, yo iba a ser su amigo.
Por eso le hice la promesa de ser Centurión. En la tradición, dicen que el Centurión, ayudó a Jesús en su calvario. Era su amigo y guardador. Me preparé para salir de Centurión.
En mi casa nadie se dió cuenta, creí que se iban a molestar. Un señor que sabía mucho sobre los romanos, me ayudó a dibujar el traje. Mis amigos me dieron dinero. Unos un peso, otros 50 centavos. Así hice el primer traje.
Pedro Turuleto, el hojalatero, me hizo el primer casco. y todo salió bien. Rafael Pérez, el mejor santero de Chinandega, me regaló un Señor del Sepulcro, para que lo tuviera en mi casa.
Dos años después... un lunes a las 6 de la mañana, me llevé un susto. Que casi me mata. Voy por la esquina de Toña Torres, y como a las 30 varas me tropiezo con una bolsa vacía de cemento y sale una coronita de espinas
¡Ay Dios mío!, digo yo, ¿Qué es esto? Empujo otra vez la bolsa y va saliendo el Señor del Sepulcro, todo sucio pero enterito. Ay, mamita, digo yo. me pasa esto a mí, que soy su amigo. Se me pararon los pelos.
Por eso le hice la promesa de ser Centurión. En la tradición, dicen que el Centurión, ayudó a Jesús en su calvario. Era su amigo y guardador. Me preparé para salir de Centurión.
En mi casa nadie se dió cuenta, creí que se iban a molestar. Un señor que sabía mucho sobre los romanos, me ayudó a dibujar el traje. Mis amigos me dieron dinero. Unos un peso, otros 50 centavos. Así hice el primer traje.
Pedro Turuleto, el hojalatero, me hizo el primer casco. y todo salió bien. Rafael Pérez, el mejor santero de Chinandega, me regaló un Señor del Sepulcro, para que lo tuviera en mi casa.
Dos años después... un lunes a las 6 de la mañana, me llevé un susto. Que casi me mata. Voy por la esquina de Toña Torres, y como a las 30 varas me tropiezo con una bolsa vacía de cemento y sale una coronita de espinas
¡Ay Dios mío!, digo yo, ¿Qué es esto? Empujo otra vez la bolsa y va saliendo el Señor del Sepulcro, todo sucio pero enterito. Ay, mamita, digo yo. me pasa esto a mí, que soy su amigo. Se me pararon los pelos.
Mi mamá se lo contó y dice el doctor: andá traelo, quiero verlo. Regreso con el santo y me dice: Pero si es lindo, ¿Por qué te asustaste? Yo le contesto: porque soy su amigo. El me dió 10 córdobas.
Para que te lo retoquen, me dijo. De eso ya han pasado 24 años.
¿Quién no ha visto al centurión José Antonio Bustamante en Chinandega? Todos los Viernes Santo sale con el traje nuevo. Así se las ingenia: Hago una colecta por los barrios, por las casas de mis amigos y conocidos porque hacerse un traje quiere dinero.y la promesa se cumple a como se debe.
El Viernes Santo desde muy temprano, agarramos las calles. Antes iba solo. Ahora voy con Ernesto Maravilla También pagador de promesa. Los pajes, Manuel Hernández y Chico Hernández, van porque les gusta.
La promesa es no hablar durante el día y sólo beber frescos. Desde temprano recorremos los barrios y hacemos los encuentros. El encuentro con las espadas es sólo un juego. Mire, entramos a los patios de las casas para hacer la reverencia.
La gente nos saluda, nos invitan a fresco y a veces a guaro. Nos confunden con los mantudos de San Pascual que van bebiendo. Es que ¿Sabe? Yo no bebo. Hay gente que me da dinero en la bolsa. Ese día yo no salgo a pedir limosna.
Otros nos cierran los portones de su casa porque son evangélicos. Bueno, si no quieren, nosotros respetamos y no entramos. Me ha pasado con un cura que me dice: hombre, vos has arruinado la procesión del Viernes Santo.
Y a mi iglesia, no entrés. Eso a mí me da ira. Le digo al padrecito: Yo lo hago con respeto. Usted manda en su iglesia y el pueblo manda en la calle. Nosotros vamos un rato a cada una las procesiones. A la medianoche, que entra el Santo Entierro a la iglesia, viene el final que es lo más bonito.
Después que el sepulcro entra, dejo el caballo y entro caminando hasta donde está el Señor, ahí caigo de rodillas y digo: verdaderamente tú eres el hijo de Dios. y me derrumbo como una gallina todo lleno de temblores y espero que pasen todos los Santos: la María Magdalena, San Juan... cuando el último pasa la puerta yo me levanto y me despido: hasta el próximo año, si Dios quiere.
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