miércoles, 9 de noviembre de 2011

CRONICAS SOBRE CHINANDEGA DE UN POETA DE CORDOBA ESPAÑA.


Nicaragua es algo más grande en territorio que Andalucía, y quizás también si añadimos Extremadura, pero no por eso, por ser un país pequeño, el más extenso de Centroamérica, deja de ser una tierra de contrastes. Entre la costa atlántica y la del Pacifico existen departamentos, ciudades, pueblos, con su cultura diferente e idiosincrasia propia que, como en el sur de España, también podemos disfrutar de su diversidad, de su variedad cultural, de lo que nos ofrece en poca distancia de recorrido. Nada tiene que ver, aunque forman parte del mismo país, el RAAN con Chinandega, ni Córdoba con Mérida o Badajoz, teniendo en cuenta su cercanía. Sin embargo existen costumbres, que a pesar de la distancia, nos unen y nos hacen sentirnos en nuestra propia casa, independientemente de la calidez en el trato recibido.
Seguramente, si les digo que en Chinandega me sentí como cuarenta años atrás en mi Córdoba natal, en Alcolea, cuando a finales de los años sesenta yo era un niño que correteaba las calles terrizas en pantalón corto y con las rodillas rasguñadas por el juego, no me creerían. Parece que el tiempo y las costumbres nunca podrían concurrir en la similitud de situaciones y vivencias, pero por increíble que parezca así es.
Hoy no tanto, las ciudades son un obstáculo para las relaciones sociales con los más próximos, los insociables edificios que crecen hacia arriba son una barrera para la comunicación, para las relaciones vecinales. Lejos de resultar lo contrario, las viviendas unifamiliares que alejan horizontalmente más a los vecinos, que los edificios verticales, se acercan y relacionan en mayor medida por el espacio compartido. En un edificio de treinta o cuarenta viviendas apenas si queda espacio real para encontrarse, comunicarse, es frecuente no conocer a tu vecino después de años viviendo en el piso o apartamento de al lado, a no ser que se suponga por coincidir varias veces en el ascensor. En cambio, las unifamiliares, la calle, ofrece otros condicionantes para las relaciones sociales, la calle no es un rellano de la planta de no más de cuatro metros cuadrados en el mayor de los casos, la calle es la sala de encuentro del vecindario, donde cada día los vecinos coinciden a menudo, donde los niños juegan, donde las amas de casa se cuentan sus cotidianeidades a fuerza de la confianza que da el encuentro de cada jornada.
Como Córdoba en España, la ciudad o provincia más calurosa, en Chinandega de igual manera los termómetros es donde más suben, el mercurio no se dispara marcando grados como lo hace en la ciudad andaluza, en agosto se llegan a superar los 45º, pero aún así, el calor, o la calor, como acostumbramos a llamarla, invita a sacar las mecedoras y sillas a las puertas de las casas, a tomar el fresco después de que la tarde se despide y las estrellas, tímidas, comienzan a mostrarse en un cielo oscuro, profundo, que realzan los destellos luminosos sin luces artificiales que les roben protagonismo. Es curioso comprobar como las ventajas del aire acondicionado también llevan añadidos los efectos secundarios, no me refiero a un resfriado o enfriamiento sino a las relaciones sociales, cerramos las puertas para que no se escape el aire frío y a la vez le cortamos la entrada a la comunicación con los demás. Decididamente este mundo es egoísta, somos egoístas, siempre buscamos el bienestar personal sin tener en cuenta lo que vamos dejando por el camino, como pago por ese bienestar egoísta.
Pero no quiero perderme por otros derroteros, contaba de los que nos une, de las costumbres andaluzas y nicaragüenses, porque aunque sea Chinandega el epicentro de este artículo, también en el resto del país he podido comprobar lo que traigo entre estas líneas. Los vecinos le sacan lo mejor a las primeras horas de la noche conversando, dialogando, de lo vivido cada uno, de sus familias, del vecindario, de lo que acontece en el país, de experiencias, de necesidades, de alegrías... mientras los niños juegan, corretean por las calles, algunas terrizas, con las rodillas rasguñadas por el juego. Todavía es cotidiano y costumbre en verano ver en los pueblos andaluces las reuniones de vecinos, con las puertas abiertas de par en par, con la confianza plena, que entran y que salen como si de una gran comunidad familiar se tratara. Definitivamente la calle es punto de encuentro, nos une, nos hace la vida más placentera. No así en las ciudades del mundo rico ó con grandes edificios y aire acondicionado.
Otras costumbres, no compartidas pero agradables y enriquecedoras, son las fritangas que los vecinos plantan en cualquier lugar concurrido, puestos de comida tradicional que cada noche, al atardecer, venden y que las hacen amas de casa, no son negocios comerciales constituidos como tales, es la cocina de cada chinandegana, lo mejor de su recetario, especialidades de cada cual con limitación en la variedad. Unos venden tacos, otros costillas asadas, enchiladas, chancho horneado, manuelitas, lengua, maduros fritos, gallina rellena, torta de carne... es un placer caminar por entre las calles tomando cuanto ofrecen y acompañado de un fresco de guayaba, jamaica o cualquier otra fruta o té, entre este mundo único, diferente a lo que estamos acostumbrados en España, en Europa, sitios cerrados, incomunicados, independientes del resto de los mortales, ajenos a los que se mueven a nuestro alrededor.


Cualquiera podría imaginar que Chinandega es un pueblecito pequeño, con costumbres ancestrales y que conservan porque el "mundo civilizado" aún no ha llamado a su puerta, están equivocados si piensan de esa manera. Chinandega es cabecera departamental, una de las ciudades, de los departamentos ó provincias, con mayores perspectivas de futuro, con más de cuatrocientos mil habitantes y en un punto geográfico envidiable. Frontera con Honduras, con el puerto comercial más importante de Nicaragua, Puerto Corinto, en el Pacifico, a una treintena de kilómetros, atravesada por la carretera Panamericana y rodeada de importantes atractivos turísticos. Sus playas de aguas cristalinas, pueblos históricos, esteros rodeados por bosques de manglares, sus volcanes Chonco, Casitas y el mayor de todos los nicaragüenses, el San Cristóbal, con 1.745 metros de altura. Es zona comercial por excelencia y eso lo demuestra la implantación de nuevas empresas multinacionales dedicadas a la distribución en su suelo. Su banano, maní, ajonjolí, nuez de marañón, caña de azúcar... el mejor ron de Centroamérica. Chinandega es parte importante del futuro del país, es fundamental en el desarrollo del presente nicaragüense; y es pasado, historia, cultura, es uno de los cimientos sobre los que se levanta la Nicaragua de hoy y sin su concurso no se entiende el porvenir de este pueblo pinolero.
Podría hablar, escribir, sobre sus iglesias, que no sea creyente no quiere decir que no me atraigan los tesoros arquitectónicos, culturales, que encierran los templos religiosos, y que no se encuentran en otros lugares alejados de la fe. De todos es sabido que, en otros tiempos, solo la iglesia tenía poder económico para llevar a cabo estos edificios y lo que encierran, pero su función no era otra que la de impresionar, los seres humanos somos muy vulnerables, la mejor manera de intimidarnos es haciéndonos sentir inferiores, poca cosa. Era como los reyes y señores feudales, entrar a su palacio, o castillo, y ver las riquezas que mostraban daba una idea del poder que atesoraban.
Mencionaré tres, la de Guadalupe, el Calvario, y por supuesto la de Santa Ana. Neoclásicas, coloniales, la Iglesia de Santa Ana es una joya arquitectónica, nunca pensé que me pudiera impresionar tanto, con su artesonado de madera pintado, decorado, en oro sobre blanco y púlpito en madera maciza, tallada, una verdadera obra de arte, donde destaca el altar mayor con su retablo de tres cuerpos, en azul y oro.
Este lugar, como tantos de Chinandega, tiene un peso especifico en la historia de Nicaragua, fue aquí, primitivo centro cristiano de la ciudad, y que se remonta a la misión que menciona el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, en 1530, año en el que visitó el lugar y trató con el cacique Agateyte, donde se bautizó, tal vez el primero, antes que sus compañeros de tribu. Pero esto quizás forme parte de otro artículo, el de los indígenas y su manera de ver la vida en la antigua Chinantlan, en lengua Nahua ó Nahoa, que significa Chinan, cobertizo ó bajareque provisional de la partícula indicativa de lugar Tlan. Chinandega quiere decir Habitaciones Provisionales o Lugar de Enramadas.
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CRCREDITO..ANTONIO TORREZ./ LIC:RENE DAVILA / 061111

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