martes, 31 de enero de 2012

ALFONSO CALLEJAS MAYORGA CHINANDEGANO LAICO APÓSTOL

ALFONSO CALLEJAS MAYORGA CHINANDEGANO LAICO APÓSTOL:
Alfonso nació en Chinandega el 12 de enero de 1900. A los 23 años se casó con Angelina Deshon Morazán, con la que procreó nueve hijos —no contando cuatro muertos al nacer—. Los testimonios de sus familiares y amigos son unánimes al señalar sus virtudes como excelente esposo, padre, empresario y apóstol.

“Una virtud”, leemos, “que Alfonso tenía muy arraigada y que amó y practicó desde muy joven, fue la castidad. En su testamento recomienda especialmente a sus hijos y descendientes la práctica de esta virtud”. El ser “irreprochablemente correcto”, en palabras de su esposa, produjo en aquellos “amigos mundanos, para quienes el vicio y la maldad es hombría, la burla de que su corrección era incapacidad”. Por eso tuvo tanta satisfacción cuando a los dos meses de casado Angelina concibió a “Ponchito”.

Otras virtudes muy reiteradas por sus contemporáneos fueron la alegría y la cordialidad. Amaba el canto y siempre irradiaba optimismo y buen humor. Tenía, dice su esposa, “un trato dulce para todos, ricos y pobres”, y un “cuidado exquisito de nunca ofender ni herir a nadie, su ardiente deseo de hacer felices a los demás”. Alfonso atribuía su armonía familiar a su fe. En una de sus cartas escribe: “Nuestra religión ha sido la columna vertebral de nuestra completa comprensión y la firme base sobre la cual hemos construido nuestro amor”. Católico de Comunión y Rosario diarios, Alfonso consideraba la misa el momento más importante de su día. En la Cuaresma rezaba el Vía Crucis con la familia y sus trabajadores, y en su finca cafetalera, Bella Vista, construyó una capilla y casa de retiros espirituales.

Como empresario tuvo que superar adversidades típicas de nuestra historia. Durante la guerra civil que estalló en 1925, a raíz del golpe de Emiliano Chamorro, su casa de Chinandega fue incendiada, y su finca de Bella Vista saqueada al extremo de no dejar “ni una bestia, ni monturas, ni siquiera un plato y taza…” Tras la guerra resurgió de las cenizas. Restableció su finca y fue electo alcalde de Chinandega en 1928, cargo que volvió a ocupar en 1956. En ambas ocasiones protagonizó una administración impecablemente honrada y eficaz.

Otra prueba que superó, junto con su esposa, fueron los difíciles embarazos de esta. Tras el décimo parto, en que Angelina casi muere por hemorragia, un médico le advirtió: “Si sale otra vez embarazada se muere”. Pero ¡ya estaba embarazada! La pareja recurrió a la oración y los Vía Crucis y al final nació Azucena, sin complicaciones. El testimonio de esta aparece más tarde en el libro: “¡Bendita sea —mi mamá— por haberme dado el gran regalo de la vida que a cuantos niños se les niega actualmente!” Tras Azucena la pareja tuvo tres hijos más.
Tras personas excepcionales suele estar una educación excepcional. Aparte de la que le suministró su también devoto padre, Santiago, Alfonso cursó secundaria en un internado de los padres Josefitas, en Bélgica, famoso por su calidad académica y religiosidad; allí acrisoló la fe y virtudes que le distinguirían. No cabe duda que Nicaragua necesita urgentemente hombres y mujeres como estos y que formarlos es clave. Un futuro mejor solo existirá con personas mejores.
Lic:Rene Davila / 300112



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