Al mediodía del lunes nueve de abril falleció el doctor Wilfredo Álvarez Rodríguez (Chinandega, 1934), “como un lirio que el tiempo consume” (“El lirio y la fuente”). Álvarez fue uno de los tres médicos integrantes, junto con el doctor César Zepeda Monterrey (fallecido) y el doctor César Ramírez Fajardo, del célebre trío “Los Bisturices Armónicos”, quienes tanto folklore recogieron e interpretaron para la historia de la música nicaragüense. Ellos fueron alma y música de nuestra identidad.
Baste recordar sus imperecederos Long Play (discos de Larga Duración), “Son tus perjúmenes mujer”, y luego “Eva de amor”, que incluyen, entre otras canciones antológicas: “Son tus perjúmenes mujer” (folklore de Cosigüina); “La reventazón” (folklore de Rivas); “El jornalero” (folklore de Cosigüina); “El muchacho tonto” (folklore de Chinandega); “El arreo” (de Salvador Cardenal y Pablo Antonio Cuadra); “Escobita pulida” (folklore de Matagalpa); “Eva de Amor” (Chinandega); “El pichelito de agua” (folklore de Chinandega), y así una constelación de canciones, nicaragüenses hasta los tuétanos, reconocidas y citadas por Salvador Cardenal Argüello en su enciclopedia musical “Nicaragua: Música y Canto”.
Pablo Antonio Cuadra dijo de ellos: “El pueblo siempre ha tenido el canto en los labios, pero el canto del pobre, canto sin medio de comunicación salvo su propia poesía que va lentamente de guitarra a guitarra... Es una empresa digna de todo aplauso la de estos médicos-músicos que nos rescatan y devuelven, con fidelidad absoluta, a través de sus voces y de sus instrumentos musicales, las fuentes del canto nacional”.
No le conocimos a Wilfredo un solo instrumento de cuerda que no tocara como jugando entre su inolvidable risa. Fue narrador, autor de “El chorriador de asfalto y otros cuentos” (2007) y miembro del Centro Nicaragüense de Escritores, el cual deplora profundamente esta inevitable partida de “muchacho tonto” tan querido por todos y tan de dejarse amar.
Su vela fue el nueve de abril por la noche en la Funeraria Don Bosco, y el martes diez su ser hecho canción fue trasladado a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en la ciudad de Masaya, desde donde después de celebrarse una misa fue conducido al cementerio. ¿Al cementerio? ¡quién sabe!, porque parece estar diciendo: “Yo soy la fuente, ay, déjame correr”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario