En El Viejo, cuando era villa, vivió la Teodora Valdivieso: una mujer que abandonaba el lecho, dejando dormido a su esposo, para transformarse en Coyota detrás de su rancho y al pronunciar este conjuro: Abajo carne, abajo carne. La Coyota iba a reunirse con una manada de coyotes que merodeaba a orillas de la población, a caza de cerdos, gallinas y chompipes. El altanero jefe de la manada y la Teodora se amaban entrañablemente. A su regreso, la Coyota volvía a ser humana diciendo: Arriba carne, arriba carne.
Un día el marido, que la espiaba, le echó un puño de sal y a la Teodora no se le subió la carne, quedándose Coyota para siempre. Algunos romerantes de la Virgen del Hato aseguran que, emitiendo tétricos lamentos, ella tuvo que retornar a la manada y procreó una prole con el jefe de la misma. Ellos la vieron cruzar la yerma llanura y el tupido bosque seguida de numerosos cachorros.