En el proceso que condujo a la Independencia de Centroamérica hay dos personajes nicaragüenses que sobresalen tanto por la trayectoria de sus vidas como por sus aportes al ideal independentista. Ellos son: el padre-indio doctor Tomás Ruiz, prócer revolucionario, y el licenciado Miguel Larreynaga, a quien podemos calificar como prócer sabio y prudente.
Tomás Ruiz y Miguel Larreynaga fueron dos personalidades diferentes, con una visión distinta de los propósitos de la Independencia. Ambos, Ruiz y Larreynaga, merecen el cognomento de próceres. Desafortunadamente, la figura del padre-indio doctor Tomás Ruiz ha sido casi totalmente olvidada.
Ambos provenían de estratos sociales similares, aunque Ruiz era indio puro y Larreynaga mestizo. Los dos iniciaron sus estudios en el antiguo Seminario de San Ramón, en la ciudad de León, entonces capital de la Provincia de Nicaragua, y los culminaron con honores en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Por su preparación académica e inteligencia, ambos se incorporaron a la clase media alta de la ciudad de Guatemala, dentro de la cual se identificaron con el sector ilustrado, aunque Ruiz tuvo una visión progresista y revolucionaria de la Independencia y Larreynaga una concepción conservadora, precisamente la sustentada por los criollos y por algunos españoles que la proclamaron el 15 de septiembre de 1821. Ambos fueron catedráticos universitarios, brillando por su talento en la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Hasta aquí las similitudes. En todo lo demás difieren, tanto en los acontecimientos que perfilaron sus biografías como en cuanto a sus personalidades, que seguramente influyeron en sus distintas maneras de percibir el camino a seguir para poner fin al régimen colonial español y las repercusiones que la Independencia debía producir en las estructuras económicas y sociales de la sociedad centroamericana. Ruiz, en este sentido, fue la encarnación de los curas liberales de la época, entusiasmados con la revolución que en México encabezaron Hidalgo y Morelos. Larreynaga, prudente, fue un fiel funcionario del sistema colonial hasta en vísperas de la Independencia. Supo, sin embargo, pronunciarse a favor de su inmediata proclamación y luego puso todas sus luces al servicio de la organización de la nueva patria. Sin embargo, su visión de la Independencia fue limitada: sustituir a los peninsulares por los criollos, dejando intactas las estructuras sociales coloniales.
Miguel Larreynaga participó en la reunión de autoridades convocada el día 15 de septiembre de 1821 por el propio capitán general español Gabino Gaínza, para analizar la situación de la capitanía general de Guatemala ante el hecho de que dos provincias, entonces centroamericanas, Chiapas y Soconosco, habían proclamado la Independencia conforme al “Plan de Iguala” del mexicano Agustín Iturbide. Don Miguel, cuya opinión era muy respetada, se pronunció en dicha asamblea en apoyo a la tesis de la proclamación inmediata de la Independencia de Centroamérica y formó parte de la primera Junta Consultiva, creada ese mismo día en representación de Nicaragua, su provincia natal.
Por su parte, el padre indio Tomás Ruiz aparece en diciembre de 1813 en el Convento de Belén de Antigua Guatemala dirigiendo la conspiración conocida como “La Conjura de Belén. Delatados por uno de los conjurados, todos fueron capturados la noche del 23 de diciembre, antes de que se llevara a cabo el plan revolucionario encaminado a deponer a las autoridades españolas. Dieciocho personas participaron en la conjura. El fiscal pidió la pena de muerte por ahorcamiento para algunos y garrote vil para los cabecillas, entre ellos Ruiz. Por gestiones de personas influyentes de Guatemala, estas bárbaras penas no se aplicaron, pero todos permanecieron más de cinco años en las sórdidas cárceles coloniales, siendo el padre Ruiz quien sufrió la pena más extensa: casi siete años, que incluyeron largos períodos de incomunicación, privaciones y desprecios. A fines de 1819, estando ya libre, el padre Ruiz solicitó permiso para trasladarse a la ciudad Real de Chiapas. Cuando el prócer nicaragüense solicitó autorización para viajar a Chiapas tenía 42 años de edad. Pero la cárcel que soportó por casi siete años minó a tal grado su salud que se supone falleció poco tiempo después de su traslado y, posiblemente, antes de la proclamación de la Independencia. Se ignora lo que fue de su vida después de su retiro a Chiapas y ni siquiera se sabe dónde fue enterrado este notable prócer de nuestra Independencia.